A veces el tiempo que está perdido es el presente, o, más bien, somos nosotros los extraviados - errantes, escondidos, tambaleantes o confusos, envueltos en la irrefutabilidad del pasado y empapados por la certeza de la incertidumbre.
Y puede ser que uno intente reacomodarse, como lo hace en una silla cuando las nalgas han estado demasiado tiempo en la misma posición y ya es hora de cambiarlas de lugar, con ese gracioso vaivén de las caderas, subiendo ligeramente y ligeramente a descansar de nuevo; y nosotros avivados, hasta que el lapso pierde su frescura y allá vamos, lejos - hasta que la mirada extraña de algún extraño nos haga retomar la conciencia, aunque sea por otro insuficiente fragmento.
Y puede ser que uno intente reacomodarse, como lo hace en una silla cuando las nalgas han estado demasiado tiempo en la misma posición y ya es hora de cambiarlas de lugar, con ese gracioso vaivén de las caderas, subiendo ligeramente y ligeramente a descansar de nuevo; y nosotros avivados, hasta que el lapso pierde su frescura y allá vamos, lejos - hasta que la mirada extraña de algún extraño nos haga retomar la conciencia, aunque sea por otro insuficiente fragmento.
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