Otras veces, el tiempo lucha consigo mismo. Dice no. Insiste. Se repliega sobre sí. No quiere ni esperar ni mirar atrás. Quiere ser sólo él, sólo uno, sólo ser, como si el transcurrir no fuera transcurrir sino espacio; como si no fuera más que algo sin memoria ni consecuencias.
Sin memoria ni consecuencias.
Algo similar a lo que imagina que algún buddha habrá logrado.
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