"...to enclose the present moment; to make it stay; to fill it fuller and fuller, with the past, the present and the future, until it shone, whole, bright, deep with understanding."

Virgina Woolf, The Years


26.9.11

Got it! (Eureka, or more thoughts on bags)


A while ago I wrote something about women, bags and infatuation. Bueno, pues, aunque usted no lo crea, tal es un problema que en todos estos años no ha dejado de rondar mi cabeza. Y como a Arquímedes, la solución se me ocurrió mientras me bañaba, ja!

Bien. La respuesta no deja de tener ciertos tintes freudianos, y está inspirada también derridárianemente en el falogocentrismo. Porque, bueno, si pensamos en aquello de... bueno, cabe aclarar, que a tal término le sobran un par de letras, le sobra un concepto: dejémoslo en falocentrismo. Bueno, pues, pensando en el falocentrismo, y en aquello de las similitudes fisiológicas y las palancas de velocidad de los autos y demás instrumentos de control, poder, etc., y otros paralelismos formales de carácter íntimo, pues a nadie podrá sorprender que las bolsas también guarden una similitud sorprendente con el aparato reproductor femenino: léase, ambos están hechos para contener, para recibir, para introducir, etc.

Ecco! O, en su defecto, Eureka! He ahí el origen de la fascinación. Como en los entes del género masculino, una fascinación inconsciente por sí mismo. Por nosotras mismas.


PD: ¿Podría decirse tal vez que es también, inconscientemente y en ambos casos, una fascinación por el placer?

El arte existe, y consiste en que los cítricos amantes se amen más o menos a un tiempo

Algunas veces, no perdonar es un ejercicio necesario de cordura. De honestidad.

Vaciar el cuenco es otra historia. La posibilidad de otra historia.

18.9.11

La luz de los ciruelos

Miro un templo en los ciruelos desnudos.
El patio es la espesura donde crece la tarde,
anudada en soledades que levantan
la creación de acantilados encendidos.
La ausencia de follaje celebra el resplandor
del abismo que toca los troncos
como poblados de vacío
o del negro animal de la noche.
Las ramas del ciruelo son el eco
de un cielo que en llamas anuncia
los heraldos festivos de un cáliz sin mácula,
en donde el sonido de la tierra es infinito
y el corazón un instrumento para oír
la luz de esas hogueras.

"Para celebrar la luz de los ciruelos" de Cosme Álvarez, en El azar de los hechos.