"...to enclose the present moment; to make it stay; to fill it fuller and fuller, with the past, the present and the future, until it shone, whole, bright, deep with understanding."

Virgina Woolf, The Years


31.5.08

una forma de ser silencio

Alguna vez tuve una plática sobre flores y jardines: yo abogaba por los últimos y alguien más por las primeras. Un jardinero cuida de su jardín: lo conoce, le procura, lo alimenta, está ahí antes de que las cosas nazcan, mientras se gestan, mientras crecen y cuando van a dormir; sabe esperar, y deja que el jardín también lo alimente, que cuide de su alma y de su espíritu. Una flor... una flor puede ser contemplada: sólo ser contemplada, desde cierta distancia, tal vez, sin necesidad de poseerla, ni de poseer la tierra ni la semilla que le han dado nacimiento; sólamente permanecer en su presencia y, sin esfuerzo, dejar que el pecho siga su impulso, que se abra - recibir la belleza que se va extendiendo adentro, como una ola suave que acaba por cubrir todo pero que no se retira, que es cálida y que en su impulso abre también una sonrisa, que termina por llevar los párpados hacia abajo.

Entonces me parecía que sólo contemplar una flor era un tanto egoísta, como sólo preocuparse por el propio placer, sin cuidar del otro. Pero tal vez ahora entiendo lo que quería decir - el sentimiento me acarició, sin que lo esperara, la otra noche al mirar un recuerdo.

24.5.08

Aretes, café

para Luza


Hoy me dieron ganas de ponerme aretes. Los dejé de usar en algún momento de la universidad, creo, y tuve que volver a hacerlo para la boda de mi hermana - fue necesario, incluso, ir a que volvieran a perforarme el lóbulo derecho, que ya se había cerrado. Después de eso los usé por algunos meses, y después dejé de usarlos otra vez, hasta estos últimos días. Hoy escogí unos de esferas de piedra verde, de un color claro y lechoso, casi translúcido, que le compré a una chava que atendía la caja en uno de los Gandhis (librería) del centro (en Madero, creo que está, no?) - me gustaron muchísimo por cómo los sostiene un alambre que también los rodea con una semiespiral. Me les quedé viendo tanto que acabó por vendérmelos, por la módica cantidad de diez pesos, y después me contó que los hacía un amigo suyo y los vendía en Balderas, de a 3 por 30 pesos.
¿Es que todas esas cosas que no pertenecen pero que se vuelven una suerte de extensión de nuestro cuerpo, y de nuestra personalidad también, tienen cierto poder sobre nosotros mismos y/o sobre otros? Pienso, sobre todo, en un documental que alguna vez vi, de alguna tribu en África donde son los hombres los que se adornan - se pintan y se visten e imitan el cortejo de cierto pájaros, y las mujeres los miran, y escogen, y en la noche puede que alguna de ellas se fugue con alguno de ellos, dejando atrás a quienes deja atrás.
Fui al museo a recoger unos libros que resultaron más grandes y pesados de lo que esperaba; a una librería a buscar una novela que no encontré; y después a leer a un café... ja. Pedí un capuccino, a pesar de la cafeína. Como siempre, los baristas de lo más amables y sonrientes. Como siempre, había más personas solas que acompañadas. Esta vez me dí a la tarea de contar a las primeras... pero después me pareció más fácil contar las que estaban con alguien más.
Concluida la tarea, me pareció pertinente concentrarme en lo propio: hojée el libro sobre historia de los manga y el otro sobre un performancero chino (prístino, con el lujo de romper el plástico y todo), garabatée un poco, y finalmente me puse a leer. Cuando quedaba relativamente poco café, tiré la taza sobre la mesa y manché el piso. Limpié un poco y seguí leyendo. Poco después volví a tomar la taza, eché la cabeza hacia atrás, entrecerré los ojos, entreabrí los labios y no encontré más café. Decidí que era hora de irme. Al llevar el vaso desechable de nuevo hacia la mesa me encontré con la mirada fija de alguien. Sonreí inconsecuentemente, dejé que mi mirada continuara su camino hacia el libro y luego hacia la bolsa, y escuché con sorpresa algo sobre The Hours y luego great book (or was it great movie he said?).
I looked up. I like how the stories are intertwined, dijo, mientras hacía algo como espolvorear canela o tratar de diluir azúcar, a cierta distancia de mi mesa. Francamente, no pensé que alguien estuviera poniendo atención a lo que estaba leyendo aunque, he de admitir, la portada es bastante llamativa, sobre todo por esa costumbre que tienen las editoriales de substituir diseños por pósters de película (cómo me choca)... y sí, siempre me da cierta vergüenza sacar el libro, tan Meryl Streep, tan Nicole Kidman y un poco menos la otra actriz que no recuerdo cómo se llama. Yes, yes, it is, I managed somehow to answer, and then, Have you read Mrs. Dalloway? Creo que no escuchó, se acercó y dijo algo así como I'm sorry? Lo repetí. No, no la había leído. Musité algo sobre los beneficios de hacerlo, sobre los personajes, etc. Y luego la pregunta: seguir conversando o no, invitarlo a sentarse o no, by the way, my name is... or not, allow one thing to lead to the next or not. I guess I'll have to look into it. Yeah... Yeah... That was sort of the end of it.
I stood up, threw the garbage away, and thought the barista should know I had spilled some coffee on the floor. Oh yeah, no problem. Recogí la bolsa con los libros, me dirigí hacia la salida y me encontré con la voz, have a good night, y con los ojos, como si quisieran decir cualquier cosa menos adiós. Decidí no voltear hacia el lugar detrás de la ventana donde lo había visto sentarse. Decidí dejar perder la oportunidad... cierto miedo que prefiere llevar el nombre de prudencia. Dí la vuelta a la esquina y me encontré, escrito en algún lugar, trying is believing, o algo así. Y después, en una vitrina, The Book of Tea. Me pregunté, mi querida Luza, si es que habrá alguna forma de identificar a los que saben dónde se toma el té, o cómo poner una mano sobre otra... pensé, sin realmente recordar, en los que no lo han sabido, o han preferido olvidarlo, o ignorarlo; no pude evitar recordar a alguno del que nunca supe si lo sabría o no.
Pensé, también, en algo más de lo que escribiste, en cómo he querido continuar esa conversación pero la he ido dejando - aquello sobre la caperucita roja, espero que no te moleste que lo cite:

Comparto tu ingenuidad, soy casi una profesional de la candidez, asumo que durante años he sido la mismísima encarnación de caperucita roja. Pero hay mañanas en las que salgo de casa pensando que ya no quiero ser así, y me repito esto ante cualquier extraño que quiere acercarse: la naturaleza del ser humano es de una desconfiabilidad que rebasa cualquier prueba. A veces me gustaría, sólo por curiosidad -y ese es vicio de caperucita-, saber qué poder tienen los pelos y los dientes de los extraños para atreverse a preguntar a qué dios le reza uno. Más práctico sería fingirse sorda, pero tampoco soy práctica. Me gusta irme por el camino largo, y cuando más doloroso se vuelve el trayecto la voz de mis tripas me recuerda que no hay razones para angustiarme, al fin que ya conozco el camino de regreso.

Tal vez el camino de ida también sea familiar, a su modo, aunque sea siempre diferente. Y el de regreso también tiene sus lobos... Digo, uno corre el peligro de tener que pernoctar en el bosque, de puro cansancio, con la caperucita o lo que sea que buenamente uno haya tenido a bien traer en la canasta.
Tal vez exista, también, la posibilidad de encontrarse con los pocos que saben dónde y cómo se toma el té, con los pocos que saben extender su mano... o no. Quién sabe lo que nos depara el azar.
Cuando voy a algún café siempre me debato entre pedir algún tipo de té negro o con especias, o alguna bebida hecha con café (me rehúso a tomar café descafeinado... no sé, es como comer hamburguesas de soya o algo por el estilo). Hoy, mientras la barista preparaba mi capuccino, vi una propaganda de unas bebidas que se prometen maravillosas, anunciándose como red capuccino, red expresso e incluso como red frapuccino... están hechas, al parecer, con un té rojo que contiene poco o nada de la dicha substancia. Creo que he encontrado la solución. I guess I'll give it a shot next time.
PS: A pesar de la coincidencia, la plática sobre Las Horas no puede decirse que haya sido realmente plática. Sigue pendiente.

6.5.08

Óyeme con los ojos

Desviándome un poco de las implicaciones que le daba Sor Juana, la frase me sirve como pretexto para hablar de algo más, algo que a menudo me ronda la cabeza y más cuando leo a Virginia Woolf. Recuerdo, sobre todo, una de las últimas escenas de The Years - estoy tentada a describirla, pero creo que el intento sería fallido... pero bueno, tal vez no haya de otra: un personaje se sienta en una silla, o tal vez en el piso, en medio de una fiesta en la que se reúne gente que no se ha visto en mucho tiempo, y también gente que se ve a menudo, personas que comparten cosas que los acercan o los acercaron unos a otros. El personaje (he olvidado su sexo o su nombre) se pregunta, o se maravilla, o se asombra o se lamenta de cómo están todos ahí, tan cercanos de nuevo, hablando, y sin embargo tan alejados; repara en como es casi imposible que pueda comunicarle a alguien más lo que siente, lo que piensa, lo que sucede dentro de él (mientras se encuentra ahí, rodeado del murmullo, del rumor fuerte y constante), que pueda encontrar la sucesión de palabras que permitan, que abran la posibilidad de cierta cercanía, cierta comunión - mientras todos hablan y hablan, o ríen, o comen o beben o caminan. Tal vez... no tengo el libro a la mano y esto es lo que recuerdo.

Pienso tambien en la compasión, y en su significado. No como piedad o como lástima, por supuesto, sino como algo que tal vez empieza con, pero que va más allá, de la simpatía; algo que requiere cierto esfuerzo, como mirar también dentro de uno mismo, por ejemplo.

Regresando a la frase de Sor Juana, está el juego de sentidos al escuchar - no necesariamente con lo oídos, ni con los ojos necesariamente a través de la escritura... oír, escuchar con los ojos, y sí, tal vez, incluso con la piel, o con el gusto o el olfato, o con un sentido interior, con la brújula que llamamos intuición; o tal vez también con la memoria, o con la imaginación: ir leyendo el cuerpo del otro, el gesto del otro, el aire que se va creando alrededor del otro, leer su espacio y su interior, reconstruir su pasado o su futuro, su naufragio o su alegría, su búsqueda y su hallazgo, lo que le es insignificante y lo que lo sostiene.

Tal vez por eso me guste tanto Banana Yoshimoto - me gusta, sobre todo, cuando para explicar un diálogo o dos, regresa a las experiencias de los personajes que informan, que nutren, que explican, de cierta forma, sus palabras. Y sólo después de hacerlo resume el diálogo.


Comparto lo siguiente, en ambos idiomas:

"Lucky it isn't Friday," he observed.
"Why? D'you believe in luck?"
"They make you pay sixpence on Friday."
"What's sixpence anyway? Isn't it worth sixpence?"
"What's 'it'? What do you mean by 'it'?"
"O, anything­, I mean­... you know what I mean."

Long pauses came between each of these remarks; they were uttered in toneless and monotonous voices. The couple stood still on the edge of the flower bed, and together pressed the end of her parasol deep down into the soft earth. The action and the fact that his hand rested on the top of hers expressed their feelings in a strange way, as these short insignificant words also expressed something, words with short wings for their heavy body of meaning, inadequate to carry them far and thus alighting awkwardly upon the very common objects that surrounded them, and were to their inexperienced touch so massive; but who knows (so they thought as they pressed the parasol into the earth) what precipices aren't concealed in them, or what slopes of ice don't shine in the sun on the other side? Who knows? Who has ever seen this before? Even when she wondered what sort of tea they gave you at Kew, he felt that something loomed up behind her words, and stood vast and solid behind them; and the mist very slowly rose and uncovered. ­O, Heavens, what were those shapes? little white tables, and waitresses who looked first at her and then at him; and there was a bill that he would pay with a real two shilling piece, and it was real, all real, he assured himself, fingering the coin in his pocket, real to everyone except to him and to her; even to him it began to seem real; and then... ­but it was too exciting to stand and think any longer, and he pulled the parasol out of the earth with a jerk and was impatient to find the place where one had tea with other people, like other people.

"Come along, Trissie; it's time we had our tea."

"Wherever does one have one's tea?" she asked with the oddest thrill of excitement in her voice, looking vaguely round and letting herself be drawn on down the grass path, trailing her parasol, turning her head this way and that way, forgetting her tea, wishing to go down there and then down there, remembering orchids and cranes among wild flowers, a Chinese pagoda and a crimson crested bird; but he bore her on.

- Kew Gardens, Virginia Woolf

- ¡Suerte que no es viernes!
- ¿Por qué? ¿Crees en la suerte?
- Los viernes te obligan a pagar seis peñiques.
- De cualquier modo, ¿Qué son seis peñiques? ¿Es que esto no ha valido
seis peñiques?

- ¿Qué es "esto"? ¿A qué te refieres al decir "esto"?
- ¡Oh!, a nada... quería decir... bueno, tú sabes a qué me
refería.


Cada uno de sus comentarios estuvo separado por largas pausas; hablaban con voces monótonas y graves. La pareja permaneció inmóvil en el borde del macizo de flores, y juntos enterraron la punta de la sombrilla en la tierra floja. La acción y el hecho de que su mano quedara sobre la de ella expresaba sus sentimientos de un modo extraño, así como aquellas breves e insignificante palabras también habían expresado algo, palabras de alas cortas para el pesado cuerpo de su significado, inadecuadas para volar lejos, y que por eso iluminaban torpemente los objetos comunes que los rodeaban, demasiado imponentes para su tacto inexperto; pero, ¿quién podía saber (así pensaban mientras hundían la sombrilla en la tierra) qué precipicios no se ocultarían o qué laderas de hielo no brillarían al sol en otra parte? ¿Quién podría saberlo? ¿Quién ha visto eso antes? Aunque ella se preguntaba qué clase de té servirían en Kew, él sentía que algo se escondía tras las palabras y se erguía grande y sólido frente a ellos; y la neblina se levantó muy lentamente... ¡Oh, cielos!, ¿qué eran aquellas formas?, mesitas blancas y camareras que primero la verían a ella y luego a él y habría una cuenta que él pagaría con una auténtica moneda de dos chelines, y era real, todo era real, se aseguró a sí mismo, acariciando la moneda en el bolsillo, real para todos menos para él y para ella; aunque también para él comenzaba a ser real y entonces... pero era demasiado excitante para permanecer allí y pensarlo por más tiempo, así que extrajo la contera del paraguas de la tierra con un brusco tirón y sintió impaciencia por encontrar el lugar donde uno bebe su té junto con otras personas, igual que las otras personas.

- Ven, Trissie, es hora de tomar el té.

- ¿Dónde se toma el té aquí? - preguntó ella con una extraña excitación en la voz, mirando vagamente en rededor suyo y dejando que él la condujera por el sendero de pasto, sacudiendo el paraguas, volviendo aquí y allá la cabeza, olvidándose del té, deseando descender ahí y luego en aquel lugar, recordando orquídeas y grullas entre las flores silvestres, una pagoda china y un pájaro de cresta carmésí. Pero él la conducía.

- Kew Gardens, Virginia Woolf.

(En Los Universitarios, trad. de Sergio Pitol)