Uno preferiría no encontrar ciertos tiempos: impedir la posibilidad de su regreso, siempre distinto, sería lo deseable. Pero hay tiempos necios, a los que les gusta coquetear con sí mismos en el espejo: escoger variables nimias, mínimas y caprichosas: otra flor de un color similar en el cabello; un ángulo que permita ofrecer una mirada más altiva o más humilde; el gesto preferido en la mano, colocado más cerca o más lejos del cuello. O bien, jugar con las combinaciones posibles: nacer monstruos verdaderamente temibles, productos ya no de la razón (como nunca lo fueron) sino del azar y la coincidencia, y también de la belleza, que después desempacan su carga de noche para preparar (casi con devoción, pero sin olvidar la culpa) el camino del otro.
"...to enclose the present moment; to make it stay; to fill it fuller and fuller, with the past, the present and the future, until it shone, whole, bright, deep with understanding."
Virgina Woolf, The Years
28.10.07
En busca del tiempo perdido III
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