"...to enclose the present moment; to make it stay; to fill it fuller and fuller, with the past, the present and the future, until it shone, whole, bright, deep with understanding."

Virgina Woolf, The Years


23.2.09

Las horas IV - Felicidad


I thought that was the beginning of happiness. But that was happiness, that moment, right there, o algo así dice a su hija Sara Vaughan, el personaje que hace Meryl Streep en Las Horas, basada en el libro de Michael Cunningham (que tampoco tengo a la mano, perdido en alguna caja en alguna latitud, igual que la película). Bueno, éso, la felicidad, para mí, una bolsa de galletas de la panadería de al lado: el momento en que me decido a entrar a comprarlas y me saboreo con los ojos las de nuez, las de canela y las que tienen como mermeladita en medio y azúcar glass alrededor - el momento en que la señora me las entrega y yo salgo muy mona con mi regordeta bolsita de papel, casi contoneándome como la patita de Cri-cri, y saco las llaves del departamento, o el momento en que salgo a prender la bomba del edificio, por la mañana, y me recibe el olor del pan recién horneado; o un baño de sol en el pasto, mientras él se sienta, cruzando la pierna, sobre una silla verde de plástico, y me mira, o mira al cielo, o fuma o me cuenta algo, o cuando nos acostamos los dos juntos sobre la cama de hojas secas en el jardín botánico, y miramos el cielo y nos tomamos de la mano y tratamos de enfocar la cámara de tal forma que saliéramos los dos en la foto; el primer beso después de días de distancia, o la desnudez compartida debajo de las cobijas, que se prolonga; ir al puesto de las flores cuando compro el mandado en el mercado; abrir el abanico con fuerza y mirar la tela roja, bien tensa, abierta y sostenida por las líneas de madera que dibujan también una media curva: abrir el abanico y mirarlo con la cabeza inclinada hacia el piso o hacia arriba, llenándome de la belleza que coloca en mí la serie de movimientos de tai-chi; preparar el té y servirlo en la tacita azul de cerámica que me regaló mi amiga Sheila, que ella misma hizo y que pintó con un barniz inventado por ella cuyo nombre ya olvidé: el momento en que le pongo la tapita para que no se escape el calor, en la cocina, o el momento en que lo destapo ya sobre la silla o el sillón y me acaricia el tenue olor de las hojas de limón o de menta; tomar un café, voltear, y verlo junto a mí, desayunando, en cualquier lugar; tomar el café, oír sonar el celular, y leer sobre una llamada telefónica, un aviso afortunado del trabajo, o una de las miles de formas que tiene de decirme te quiero; tomar el café, por la tarde, en alguna mesa sobre alguna calle, con el sol de frente, sabiéndome llena de él, llena de mí, o, a veces, llena del mundo que me toca.

Un momento.

Ponerme, de pijama, la playera que me dejó, y sentirme tan pequeña dentro de ella, inundarme de su olor, y reír.

O sentir el abrazo de una amiga que hace mucho no veía, oírla decir te quiero mucho, y después, qué bonito es poder decirlo a quien quieres en persona, y verla sonreír con sinceridad.


3 comentarios:

el hada cuentera dijo...

Infinitamente bello,
gracias my friend.

Juan Carlos Medrano dijo...

Sí, tal vez, como dice la canción, sean momentos al olvido. Y sí, en una de esas se nos olvida ser felices. No es tan fácil. Pero a tu lado la felicidad emerge casi sin poder controlarla e inunda cada poro de fragancias buenas, que sanan, que entienden, que proclaman ser cada día, mayores.

Te amo tania.
Te amo tanto mujer.
Brindo aquí por nuestra felicidad.

Besos escuchando a Joe Barbieri.
Abrazo fuerte de enamorado.

¡Y gracias! / gracias por todo

pensamientovisible dijo...

Vaya, vaya. Revuelta en mis pantanos hace mucho que no paseaba por aquí. Siento que regresé a una ciudad después de muchos años y la encontré cambiada, hermosa, recompuesta. Percibo en tus testimonios el mismo impulso de la floración de un cactus. Abrazos muchos.