"...to enclose the present moment; to make it stay; to fill it fuller and fuller, with the past, the present and the future, until it shone, whole, bright, deep with understanding."

Virgina Woolf, The Years


24.6.19

The Realm of Chance II - Camiones con alas

I. Camiones con alas
¿Colombiana? Me preguntó mientras me subía al taxi. No, mexicana. Ah, es que la que se bajó era colombiana, y antes de ella llevé a una brazileña, ¿qué mañana, eh?

Él, argentino, en su ciudad natal de Buenos Aires. No recuerdo bien por qué nos embarcamos en una conversación sobre camiones: bueno, autobuses, buses etc. ¿Y cómo le dicen a los autobuses en México? Camiones. ¿Y al ómnibus? Camión. ¿Y a las furgonetas? Camión.  ¿Y qué, a los aviones les dicen camiones con alas?


II. Guiar el camino
Ya nos había seguido la noche anterior. A mi compañera de viaje no le parecía muy gracioso, ¡perro zarnoso! lo increpó. A mí me pareció de lo más simpático. Era muy alegre, y brincaba, y se volteaba cada tanto para ver si venía siguiéndolo. Yo decidí elegirlo como mi compañero para caminar en la playa. Él guió el camino. Se dirigió derechito hacia las mansas olas. Como que quería jugar, pero cuando me paré junto a él, quieta, se sentó, primero, y luego se echó junto a mí, dormitando. Yo miré el mar un buen rato, lo extrañaba, y la mañana era tan fresca y tan clara, y el sol sacaba unos azules tan bellos al cielo y a las olas, que no podía dejar de mirarlo. Después voltée a verlo: se había quedado dormido, me pregunté si estaría cansado, si a su cuerpo le haría falta la energía que da el alimento, si el aire le daría frío. Me agaché y lo acaricié, no me importó que tuviera zarna o pulgas o piojos. No tenía, de cualquier forma. Acaricié su cabeza, y revisé mental e inútilmente varias veces mi bolsa para tratar de encontrar algo de comer para él. Y él seguía dormido, y se dejaba acariciar.


III. Ojalá que sí
- ¿Estos cuánto cuestan?
- Esos... 70. Te los dejo en 60. Es filigrana con piedras, la pluma es de un ave de la Patagonia, no recuerdo cómo le llaman, es de un ave de allá. Yo soy de un pueblito de por allá, apenas llegué hoy. ¿Tú de dónde eres?

Sí que me gustaron, y se los iba a comprar de cualquier forma, no tenía que hacerme la labia. Claro, que con eso empezó a sacarme la sopa, y a contarme de dónde era y dónde quedaba la población en la geografía del país, dónde se estaba quedando, etc. Mientras hablaba me hacía dos "regalitos" de alambre que doblaba, mira así, qué rápido, aquí mientras platicamos, uno para tí y otro para la persona que más quieras, para finalmente preguntarme:

- ¿Qué vas a hacer hoy en la noche?
- Voy a salir con unas amigas.
- Ojalá nos encontremos.

Como siempre, la astuta y veloz coquetería dentro de mí ("¡Dónde, señor, encontrar mujeres exentas de ella!") me sorprendió mientras la escuchaba decir ¡Ojalá que sí! ¡Eso! contestó él, y sonrió. Bueno, y también me pidió un beso. Yo le presté el cachete. Y después me volvió a pedir otro: Acerquemos nuestras mejillas una vez más, y yo se lo concedí.


IV. Cuando regreses ven a visitarme
Me explicó todo lo referente a los mates, su uso y curación. Como los demás, me preguntó de dónde era. ¡Ah, México! Ser mexicana en Argentina es como convertirse en una entidad diplomática no autoriazada pero bien celebrada. Sorprende y se siente bonito, vaya. Al final compré uno de madera, con una bombilla de falsa plata. ¡Cuando regreses vení a visitarme! I waved back at him, smiling.


VI. Un templo dentro
¿Qué te pasa? Me preguntó mientras me acercaba a ella que iba pasando por los torniquetes de salida. Nada, estoy buscando una calle, sabe dónde está? Sí, es para acá. Yo voy para allá, te encamino. Era una señora grande, elegante, y segura de sí misma. Caminas tres cuadras para allá y luego tomas a la derecha... bueno, caminas para acá conmigo una cuadra, y luego doblas a la derecha. Terminó dejándome a una cuadra, y diciéndome con una sonrisa Aquí vivo yo. Y dándome un beso y un abrazo de despedida. Pero al principio fue cuidadosa: ¿A quién vienes a ver? Me pareció que era una especie de guardiana del barrio quien debía conocer y aprobar quién entraba y salía. Respondí con un elusivo y titubeante A... una amiga. ¿A qué dirección habías dicho que ibas?  Respondí.  ¡Ah, sí, el solar! De día es muy bonito, de noche es muy oscuro. Pero es muy seguro. Es una calle muy arbolada. Mira, antes todas las casas eran como esa, y todas tenían naranjos plantados enfrente, como esos. Ahora ya las han derribado todas para construir estos edificios. No se entiende ni se cuida el patrimonio. Tal vez haya sido eso lo que nos llevó a hablar de menesteres familiares para ambas, del arte. Me  contó que su hijo era músico. El arte nos llena un vacío, un vacío que a veces está aquí en el estómago, me dijo, mirando hacia el frente y señalando sus propias entrañas con un gesto poderoso. Quien hace arte lleva un templo dentro de sí mismo, me dijo, esta vez, mirándome a los ojos y sonriendo con complicidad. Fue justo antes de entrar a su casa.

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