"...to enclose the present moment; to make it stay; to fill it fuller and fuller, with the past, the present and the future, until it shone, whole, bright, deep with understanding."

Virgina Woolf, The Years


7.8.07

En busca del tiempo perdido I

Esta mañana sí toma una taza de té; el frío lo ha hecho desearla y aceptar el pan que su madre le ofrece. Con su cuchara, toma un trozo de la supuesta concha de mar, lo sumerge en el té y lo come. Pero la combinación no resulta inofensiva: va directo a un lugar dentro de su cuerpo que no se puede señalar y lo inunda, tal vez de la misma forma en que el alma se inunda y los sentidos se hinchan al recordar un beso reciente, un beso de los primeros días, en la cama, o en el camión de regreso a casa; de la misma forma, el mundo también desaparece para él.
Pero el placer no sólo le otorga, también le exige, algo: ¿qué, o quién, le ha otorgado este poder a una combinación tan contidiana, tan insignificante? ¿Qué se esconde detrás de él? ¿Cómo, y por qué, lo ha poseído justamente a él? Ningún esfuerzo es suficiente para atender la insistencia de esa demanda. Ni la mente ni la razón sirven. Tal vez, entonces, el misterio que se persigue pueda encontrarse en la substancia: toma un poco más de té y después un poco más, y la sensación comienza a desvanecerse, aunque no la exigencia. El té no da alguna pista. Es claro que la respuesta no está ahí. ¿Dónde, entonces? ¿Y cuál es la verdad que se busca? ¿El origen de ese placer? ¿O el origen de qué? La desesperación crece, crece, hasta que la búsqueda es abandonada, sustituida, y el hombre toma el té pensando en sus pequeñas preocupaciones.
Es entonces, cuando el esfuerzo intelectual ha cesado, que el misterio decide mostrarse: los domingos por la mañana y la puerta que se abre para dar los buenos días a su tía que toma el desayuno en su cuarto y le ofrece un pedacito de magdalena mojado en té, y después de eso también los jardines de la casa, la calle, los edificios y el pueblo entero de su infancia emergen, todos de la cucharada de té que ahora toma en la cocina. Es Mnemosine. La memoria. Despertada por los sentidos:
"...when from a long-distant past nothing subsists, after the people are dead, after the things are broken and scattered, still, alone, more fragile, but with more vitality, more unsubstantial, more persistent, more faithful, the smell and taste of things remain poised a long time, like souls, ready to remind us, waiting and hoping for their moment, amid the ruins of all the rest; and bear unfaltering, in the tiny and almost impalpable drop of their essence, the vast structure of recollection."
Nos esperan, como acechándonos, ansiosa y pacientemente a que el azar se decida a llevarnos hasta ellos, para entregarnos su canto: las cosas y los sentidos, escondiendo su pacto.
Me preguntaba si sería posible encontrar un recuerdo tal si uno se encuentra en una tierra en la que jamás ha estado: ¿cómo podrían los olores y sabores que pertenecerán al futuro revivir el pasado? Estaba pensando esto mientras iba en el metro, con una compilación de cuentos y otras ficciones de Virginia Woolf en la mano, justamente considerando si valdría la pena dedicar una entrada a la memoria involuntaria, siendo que mis sentidos pronto percibián estímulos completamente nuevos.
Entonces me distraje de lo que estaba pensando y me puse a leer Kew Gardens, uno de mis cuentos favoritos, "From the oval-shaped flower bed there rose perhaps a hundred stalks...", y frente a mí no apareció la imagen de la luz bailando sobre las flores, sino la de la luz inundando el piso de duela, rodeada y multiplicada por los espejos que cubrían tres de las paredes, y que multiplicaban también el único muro blanco, largo y manchado; un cuarto muy muy blanco, porque el barniz de la madera del piso se había vuelto lechoso, y el reflejo era tan espeso que formaba una ligera neblina amarilla. No miré el reflejo de la bolsa que había dejado cerca de uno de los espejos, sólo lo percibí como un conjunto de manchas en la orilla de uno de mis ojos, unas manchas que me estorbaban y que por eso había aventado con cierta prisa; tampoco quise tomar tiempo para mirar el reflejo de mi cuerpo apoyando los codos en el piso y sosteniendo mi cara, que miraba hacia el libro que ahora permanecía olvidado entre mis manos mientras el vagón seguía moviéndose, abierto, por primera vez, en la página del título tan esperado para que mis ojos escucharan las imágenes construidas por las luces y las sombras, las que el viento pintaba al mover las ramas de los árboles que protegían la cama de flores debajo; de cómo el color de los pétalos reflejado en las gotas de rocío parecía hacerlas explotar, de las hojas translúcidas y sus venas expuestas por los rayos, sin pudor, y el caracol, y mi deseo de que la maestra tardara más en llegar para que pudiera seguir leyendo en medio del agua blanca del salón de baile.
Tal vez, entonces, para invocar a la madre de las musas, el olor y el sabor pacten con el mundo material, y las imágenes con las imágenes, las palabras con otras palabras. Ellas también aguardan, en más de un sentido, el momento en que les permitamos mostrarnos sus voces. ¿O apelarán también a un sentido, un extraño sentido auditivo, mental, una sonoridad muda, pero existente? Si es así, entonces también el sonido pacta, con las palabras, y ambos también esperan para regresarnos hacia el lugar del que una vez nos extrajeron, como un conducto que primero esconde el mundo y después nos lo entrega.
"Seek? More than that: create. Face to face with something which does not so far exist, to which it [the seeker] alone can give reality and substance, which it alone can bring into the light of day."
El que recuerda crea.

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