- Kew Gardens, Virginia Woolf
"Lucky it isn't Friday," he observed.
"Why? D'you believe in luck?"
"They make you pay sixpence on Friday."
"What's sixpence anyway? Isn't it worth sixpence?"
"What's 'it'? What do you mean by 'it'?"
"O, anything, I mean... you know what I mean."
Long pauses came between each of these remarks; they were uttered in toneless and monotonous voices. The couple stood still on the edge of the flower bed, and together pressed the end of her parasol deep down into the soft earth. The action and the fact that his hand rested on the top of hers expressed their feelings in a strange way, as these short insignificant words also expressed something, words with short wings for their heavy body of meaning, inadequate to carry them far and thus alighting awkwardly upon the very common objects that surrounded them, and were to their inexperienced touch so massive; but who knows (so they thought as they pressed the parasol into the earth) what precipices aren't concealed in them, or what slopes of ice don't shine in the sun on the other side? Who knows? Who has ever seen this before? Even when she wondered what sort of tea they gave you at Kew, he felt that something loomed up behind her words, and stood vast and solid behind them; and the mist very slowly rose and uncovered. O, Heavens, what were those shapes? little white tables, and waitresses who looked first at her and then at him; and there was a bill that he would pay with a real two shilling piece, and it was real, all real, he assured himself, fingering the coin in his pocket, real to everyone except to him and to her; even to him it began to seem real; and then... but it was too exciting to stand and think any longer, and he pulled the parasol out of the earth with a jerk and was impatient to find the place where one had tea with other people, like other people.
"Come along, Trissie; it's time we had our tea."
"Wherever does one have one's tea?" she asked with the oddest thrill of excitement in her voice, looking vaguely round and letting herself be drawn on down the grass path, trailing her parasol, turning her head this way and that way, forgetting her tea, wishing to go down there and then down there, remembering orchids and cranes among wild flowers, a Chinese pagoda and a crimson crested bird; but he bore her on.
- Kew Gardens, Virginia Woolf.- ¡Suerte que no es viernes!
- ¿Por qué? ¿Crees en la suerte?
- Los viernes te obligan a pagar seis peñiques.
- De cualquier modo, ¿Qué son seis peñiques? ¿Es que esto no ha valido
seis peñiques?
- ¿Qué es "esto"? ¿A qué te refieres al decir "esto"?
- ¡Oh!, a nada... quería decir... bueno, tú sabes a qué me
refería.
Cada uno de sus comentarios estuvo separado por largas pausas; hablaban con voces monótonas y graves. La pareja permaneció inmóvil en el borde del macizo de flores, y juntos enterraron la punta de la sombrilla en la tierra floja. La acción y el hecho de que su mano quedara sobre la de ella expresaba sus sentimientos de un modo extraño, así como aquellas breves e insignificante palabras también habían expresado algo, palabras de alas cortas para el pesado cuerpo de su significado, inadecuadas para volar lejos, y que por eso iluminaban torpemente los objetos comunes que los rodeaban, demasiado imponentes para su tacto inexperto; pero, ¿quién podía saber (así pensaban mientras hundían la sombrilla en la tierra) qué precipicios no se ocultarían o qué laderas de hielo no brillarían al sol en otra parte? ¿Quién podría saberlo? ¿Quién ha visto eso antes? Aunque ella se preguntaba qué clase de té servirían en Kew, él sentía que algo se escondía tras las palabras y se erguía grande y sólido frente a ellos; y la neblina se levantó muy lentamente... ¡Oh, cielos!, ¿qué eran aquellas formas?, mesitas blancas y camareras que primero la verían a ella y luego a él y habría una cuenta que él pagaría con una auténtica moneda de dos chelines, y era real, todo era real, se aseguró a sí mismo, acariciando la moneda en el bolsillo, real para todos menos para él y para ella; aunque también para él comenzaba a ser real y entonces... pero era demasiado excitante para permanecer allí y pensarlo por más tiempo, así que extrajo la contera del paraguas de la tierra con un brusco tirón y sintió impaciencia por encontrar el lugar donde uno bebe su té junto con otras personas, igual que las otras personas.- Ven, Trissie, es hora de tomar el té.
- ¿Dónde se toma el té aquí? - preguntó ella con una extraña excitación en la voz, mirando vagamente en rededor suyo y dejando que él la condujera por el sendero de pasto, sacudiendo el paraguas, volviendo aquí y allá la cabeza, olvidándose del té, deseando descender ahí y luego en aquel lugar, recordando orquídeas y grullas entre las flores silvestres, una pagoda china y un pájaro de cresta carmésí. Pero él la conducía.
(En Los Universitarios, trad. de Sergio Pitol)
2 comentarios:
"Ver dentro de uno", una gran frase. Plantea una gran verdad, como todo lo que he leído de Woolf. En lo particular, me recuerda a la historia de Flush, el perrito.
Mira que me has dejado pensando mucho!
En nuestros días es difícil que una persona se atreva a ver dentro de otra.
Todo es tan superficial y tan plástico!
Todos los abrazos!
Pocos son los que saben dónde se toma el té, aquí, en cualquier parte. Y tampoco saben cómo colocar una mano encima de otra que no sea la suya. A veces pienso que sería lindo dejarse conducir y esperar una sorpresa en la mesita de té, sólo a veces... Casi siempre pienso que es mejor quedarse en silencio, justo enmedio de la habitación, a contemplar lo insignificante y sentirse parte de eso. A uno le dan ganas de dejarse conducir sin preguntar, y luego no volver jamás.
Thx, blossom. By the way, it's tea time.
L.
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