Ayer iba muy sumida en lo que fuera que estaba pensando... de repente, tal vez porque el camión se detuvo (o, tal vez debería decir, porque el pasar de las cosas se detuvo), presté atención a la voz que estaba sentada detrás de mí, muy grave, muy profunda, con un tono que daba la impresión de que lo que decía era algo muy importante, o, tal vez, que su importancia había sido pasada por alto, repetidamente, porque también había algo de cansancio en ella, como si supiera de antemano que preguntarlo de nuevo no tendría sentido, que la respuesta seguiría siendo evadida - como si supiera que, sin embargo, no podía dejar de hacerla: What do you want? Algo en el tono me hizo pensar, un tanto absurda e incomprensiblemente, que el dilema debía de ser muy simple, como escoger entre un pastel y otro. Después el tiempo pasó, de nuevo, y otra vez el camión se detuvo de repente, y otra vez la voz de atrás demandó mi atención - ahora resultó extraña, porque hablaba un idioma que no entendía, y porque era mucho más aguda, veloz, menos aterciopelada y más ágil; me pregunté si sería posible que la misma voz cambiara tanto al transitar entre un idioma y otro (recuerdo que alguna vez alguien me preguntó si había notado cómo la voz de alguien más tenía distintas tendencias: cuando hablaba español era más grave, y cuando hablaba inglés era más aguda, como gangosa) - pero no, la diferencia era demasiada, seguramente la mujer que escuché primero se bajó y en su lugar se sentó alguien más; si no había visto la cara a la que pertenecía la primera voz no serviría de nada voltear para comprobar que la que ahora estaba ahí fuera la misma.
Iba a encontrarme con un amigo para ir a ver una obra de teatro - El rey Lear, de Shakespeare. En el primer acto, el rey decide dividir su reino entre sus tres hijas: la que demuestre amarlo más recibirá la porción más grande del reino (como un pastel, ja, que así es como funcionaba en la puesta en escena, de hecho). Las dos hijas más grandes dicen y dicen cosas, más que todo lo que tiene valor, más que a la libertad, etc.; que sólo el amor del padre puede traer felicidad, etc.; y la más pequeña, Cordelia, la más amada por Lear, se dice a sí misma "...I am sure, my love's / More richer than my tongue".
Su padre, en cambio, mide el amor en palabras, y en comparación con los adornos de las de sus hermanas, la sinceridad de las desnudas palabras de Cordelia le parece insultante - la deshereda y exilia de su reino. Lear should've known better... entre lo que se enuncia y lo que es puede haber distancia. (Y si es así, ¿habrá que confiar más en ciertos silencios? ¿O es que habrá que tener un oído más agudo? ¿O sopesar entre las palabras y lo que se ve, entre ellas y lo que se sabe, entre ellas y lo que se recuerda, entre ellas y lo que se intuye?)
6 comentarios:
(Acá va de nuevo; un agujero en la red se tragó mi mensajito).
Pienso seriamente que hay sopesar SÓLO entre las palabras. Es decir, la filología es lo bastante ceñida, auténtica y conceptual en los terrenos del "significado" como para perderse en los del "significante". Dios es a Dios (en tu contexto) lo que amor es a amor (en el contexto de otro) lo que "what do you want" fue para la que lo dijo...
Poco había pensado en ello pero creo que Lear era un perfecto estúpido. Aunque, ni modo, esté cayendo en una contradicción pues a él le significó (bajo otros parámetros) poca cosa la sabia frase de su hija.
Que lindo este texto tuyo. Me he dado cuenta que es durante tus aventuras "en camión" donde se desenvuelven ante tus ojos otros misterios menos revelados.
Saludos. Salud. Abrazo.
ja, sí, como dirían por ahí, se le fueron las cabras (jiji), pero ni hablar, todo sea por el bien de los espectadores.
Sí, las cosas que llegan a pasar en los camiones, si yo te contara... bueno, pero francamente no habría mucho que contar, creo que los camiones y similares son más ricos en confluencias (existe esa palabra?) allá que acá. Aunque sí hay unas historias que no pasarían en México.
Oye, ya lo estuve pensando un buen rato, pero como que no me cae el veinte... la parte de la sólo-entre-las-palabras confluencia me queda clara, creo, lo de la precisión de la filología, creo que también, pero ya en la parte del signigicante empiezo a perderme. ¿Es que el significado de las palabras es unívoco? ¿o unívoco sólo de manera individual? ¿o, como diría mi mamá, todo lo contrario? (jijji, perdone usted mi simpleza y mi tontinez, siempre se me mueve el tapete con eso del significado y significante, me lo podría repetir profe? =P)
este...este, este, este, este... pues... pues sí, pues sí, claro, sí, mmm, ahhh, mmm, bueno yo... digo...yo creí...que, bueno tú sabes...o sea...que...este...¿cómo se dice?, pues sí, eso ¿no?, es decir:
sí, porque... pues porque sí ¿no? /digo...o tampoco. fíjate tú... lo que pasa es que... no sé...
lo que hoy no puedo decir con soltura es lo que al estructuralismo le falta. Barthes o Eco o Jakobson o Mathelart, en todos sus tratados sobre estética y uso inalienable de lenguaje dicen (según yo) que no habría por qué estar perdiendo el tiempo en aspectos semánticos (dado que todo está dicho y hecho bajo convenciones lingüísticas) y sí, por ejemplo, interesarse en la semiótica y en el significante de cada hecho que a nuestro alrededor acontece, puesto que de ahí partimos para "estructurar" una realidad alterna.
Es obvio eso señores teóricos. Si un zapatito de bautizo que cuelga feliz de un espejo retrovisor, tanto a Eco como a mí se nos hace un aspecto de la cultura Kitsch, eso en ningún momento significa que el "usuario" o "portador" de eso, pertenezca a esa estética. Y además, lo importante, el zapatito sigue y seguirá teniendo las mismas dimensiones aquí que en China.
Por eso, si te digo, p.e. ¡oye qué bonita blusa! es muy probable que sólo sea eso lo que quise decir y no vaya enfocado a otros aspectos obscuros. Al rey Lear no le gustó la "estructura" en la oralidad de su pequeña hija y a mí me parece una frase grandiosa.
Significado (la convención) y significante (la denotación), sí, tienes razón, siguen siendo rollos inherentes al patrimonio cultural de cada quien. Etcétera.
Que asco de comentario. Esto ya parece un post. Un abrazo y un beso. Hasta pronto.
este...este, este, este, este... pues... pues sí, pues sí, claro, sí, mmm, ahhh, mmm, bueno yo... digo...yo creí...que, bueno tú sabes...o sea...que...este...¿cómo se dice?, pues sí, eso ¿no?, es decir:
sí, porque... pues porque sí ¿no? /digo...o tampoco. fíjate tú... lo que pasa es que... no sé...
lo que hoy no puedo decir con soltura es lo que al estructuralismo le falta. Barthes o Eco o Jakobson o Mathelart, en todos sus tratados sobre estética y uso inalienable de lenguaje dicen (según yo) que no habría por qué estar perdiendo el tiempo en aspectos semánticos (dado que todo está dicho y hecho bajo convenciones lingüísticas) y sí, por ejemplo, interesarse en la semiótica y en el significante de cada hecho que a nuestro alrededor acontece, puesto que de ahí partimos para "estructurar" una realidad alterna.
Es obvio eso señores teóricos. Si un zapatito de bautizo que cuelga feliz de un espejo retrovisor, tanto a Eco como a mí se nos hace un aspecto de la cultura Kitsch, eso en ningún momento significa que el "usuario" o "portador" de eso, pertenezca a esa estética. Y además, lo importante, el zapatito sigue y seguirá teniendo las mismas dimensiones aquí que en China.
Por eso, si te digo, p.e. ¡oye qué bonita blusa! es muy probable que sólo sea eso lo que quise decir y no vaya enfocado a otros aspectos obscuros. Al rey Lear no le gustó la "estructura" en la oralidad de su pequeña hija y a mí me parece una frase grandiosa.
Significado (la convención) y significante (la denotación), sí, tienes razón, siguen siendo rollos inherentes al patrimonio cultural de cada quien. Etcétera.
Que asco de comentario. Esto ya parece un post. Un abrazo y un beso. Hasta pronto.
ay, me vas a matar, pero no entendí otra vez... jajaja, tendrás que explicármelo en algún otro momento con bolitas y palitos... (ay, digo, quería decir, con peras y manzanas... bueno, mejor ya no digo más, qué van a pensar de mí mis lectores =P).
jajaja bolitas y palitos, y sin embargo el otro día estaba pensando en lo mismo. Me he escuchado que mi español es más grave, mi inglés silbante y a veces medio forzado (como gárgaras) el francés es medio raro, mhhh...
me contó una anécdota un profe de teatro, Armando Olabuenaga, no sé si lo conociste sobre una vez que le preguntaron a un rey (mis lagunas están desbordandose) que cuando le preguntaron que idioma era el mejor, él contesto algo como "el inglés es para hablar con los pájaros, es silbante y sonoro. El francés es fluido y poderoso, es para la política, pero el español, para hablar con dios." no sé que quiere decir, sólo se me vino a la mente.
me gusta mucho la espiral que tienes en tus imágenes.
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